miércoles, 16 de marzo de 2011

De madrugada

El motivo de que esté escribiendo a las 04:36 de la madrugada, nada más llegar de una noche de fiesta y de ingestión de más de un litro de sustancias alcohólicas, es el bienestar. El bienestar con una misma, concretamente. Porque sí. Hoy, es una de esas noches en las que, yéndome a dormir, pienso: tengo que plasmar lo que siento, porque sé que esta sensación no volverá hasta dentro de un tiempo. Hasta que vuelva a sentir que hago algo útil por alguien. Que algo sentir bien a alguien. Y, tal vez, es algo que hago habitualmente sin darme cuenta, pero sólo hay unas pocas veces que lo percibo. Y cuando lo percibo me siento tan bien...
Podría describir esta noche de mil maneras, pero sólo quiero centrarme en una. Ver a una amiga mía triste, preocupada por el miedo a una posible transición sentimental. Natural, como la vida misma. Ver que todo aquel que pasa y le pide que se anime, viene y va sin pena ni gloria. ''¡Vamos, Colomer, que son fallas!'', ''Vamos, no estés mal, no tiene sentido, disfruta...'', ''Están todos tus amigos aquí, ¡alégrate!''. En fin, tonterías que solemos decir cuando realmente no sabemos cómo ayudar a alguien. Deberíamos saber profundizar, inspeccionar, averiguar el por qué de los estados de ánimo. Todo tiene un desencadenante, y la consecuencia es la sensación, errónea o cierta, pero es así. Así que, después de ver a mi archienemiga intentando animar a mi amiga con una serie de sendeces humildes pero inútiles (entre las que nombra el dicho de ''pero si están todos tus amigos aquí, ¡alégrate! están Sandra, Noelia, Ana...''), comienzo a hablar yo con ella. Con una seguridad que ni yo misma entiendo, un poco ebria, pero sabiendo lo que decía. Siendo completamente consciente de todo. Clara, sensata, sencilla, con una expresión verbal impecable. Serena, como pocas veces me muestro. Así que veo que, en esa parrafada oral que le regalo -útil, aunque parrafada-noto sus ojos suplicantes mirarme de vez en cuando, como preguntándome con ellos qué es lo que debía hacer. Y yo hablo, le comento, le aconsejo, le guío lo mejor que puedo y que sé. Y mi archienemiga, de nuevo, repite lo mismo que le he dicho yo pero más vulgarmente -ella es así. Simple. Patética-. Mi amiga, mientras, con la cabeza agachada. ''Pero no sabes ni la mitad, Amparo... No lo sabes...''. Seria, insatisfecha, decepcionada, sin ganas de darle explicaciones. Y mi archienemiga empieza a preguntarle para guiar la respuesta. Mi amiga, incómoda, la sigue. Le responde como puede. Y, de pronto, sin más ni menos, en un silencio pensativo, empieza a llorar y se abraza a mi. Se lanza y me abraza, como si con ello fuese a solucionar algo. Y yo, con todo mi corazón, la abrazo.

Hay veces que, como he dicho antes, no nos vale una simple razón burda y barata para animarnos. Debemos instalarnos en el interior del otro y ver desde ahí la situación, aunque con la objetividad de alguien que pretende ayudarnos. De ese modo, nos ayudamos a nosotros mismos como si fuera otra persona la que, desde nuestro interior, nos conduce a ello. Ojala pudiera acordarme con detalle de toda la conversación, que ha durado al menos dos horas. Y, mientras hablaba, notaba como todos los presentes me escuchaban. Medio alucionados, medio sorprendidos de que yo fuese capaz de recapacitar así, de reflexionar de ese modo. He sacado una parte muy mía sin darme cuenta, o siendo consciente de ello, pero dejándome llevar, que es lo que cuenta. Dejándome fluir con naturalidad, siguiendo la corriente del momento, del mismo presente. Y, al terminar de dar mi explicación, veo las caras de todos y escucho decir a Rafa: joder, Ana... Qué razón tienes. Y la cara de Mar, de Sandra, de Jhon, de Sergio. De Colomer. Como si nunca hubieran llegado a la conclusión a la que yo llegué o, tal vez, como si nunca lo hubieran planteado de esa manera. Me siento tan satisfecha de haber mostrado parte de lo que soy... No sé por qué me cuesta tanto. Cuando lo hago, sorprendo a la gente que me rodea, y para bien. Me sorprendo hasta a mi misma, la claridad de mis ideas y mi seguridad al comunicarlas. Sólo me ocurre en momentos puntuales, pero qué momentos. Son tan valiosos que soy capaz de dormirme casi a las 5 de la mañana para poder plasmarlo en algún lado, todo por no olvidarlo.

Y luego Sandra, igual, triste y sobria perdida. Ella y sus confusiones. Naturales, como siempre. Todo en esta vida -o casi todo- es natural. Y también la ayudo. Me da igual perderme la noche de fiesta, la música o las fotos con la gente. Me importa más hacer algo bonito por alguien, algo como escuchar e intentar calmar la tormenta que a veces acucia en el interior de las personas. La verdad, me preocupa mucho más. Me cago en las apariencias.

Y lo bueno que pienso que tengo es que soy leal. Leal como el perro que lleva conviviendo con su amo desde que vio la luz. Porque, aunque yo vaya y venga, siempre estoy ahí. Estoy en lo bueno, pero sobre todo en lo malo. Y, para mi, eso es lo importante, porque es muy bonito estar cuando todo pinta bien, pero lo que verdaderamente importa es estar cuando a uno le necesitan. Y yo pienso que lo estoy, para quien me llame.

domingo, 13 de marzo de 2011

Azúcar

No busca las llaves. Busca un poco de suerte, justo la que necesita. En la vida no resulta tan fácil encontrar bolsitas de azúcar que la hagan menos amarga...

domingo, 6 de marzo de 2011

Can anyone explain?

No. No hay nadie que lo pueda explicar. Esta plenitud, esta serenidad. Estas ganas de ser yo, sin miedo; este increíble momento de sentirme tan, tan querida. Mala virtud la de necesitar de la gente ese trocito de amor, ese suspiro que me alienta, ese empujón que me ayuda a mantener el poco equilibrio que tengo. Ya ves, amor. Gestos de amor, o un simple chapuzón de recuerdos que a veces se me olvidan por querer centrarme demasiado en lo que me preocupa. Bobadas. Antes de irme a dormir pensaré en todo lo bueno de hoy, en todo lo bueno de ayer y en todo lo bueno de antes de ayer. Y así día tras día. Algo cambiará, ¿verdad? Dejar de repasar cada noche lo que podría haber hecho mejor, lo que debería haber hecho y no hice o, sencillamente, lo que creí hacer mal. Es absurdo machacarse por lo malo cuando, cada día, siempre hay alguna pequeña cosa que te ocurre. Un mensaje de una persona que se preocupa o se pregunta por ti, una sonrisa gratuita, un abrazo, una caricia, unas palabras agradables. La verdad es que creo que estoy cansada de tanto chape por derribo en mi interior, de asumir culpas que no son mías o de pensar en lo que piensan. Pensar en lo que piensan y pensar que no piensan nada bueno. Ya ves, gilipolleces. Todo va de dentro hacia fuera, y cada día me doy cuenta más de ello... ¿Por qué a veces veo el mundo tan torcido? ¿Por qué a veces me parece que estoy inclinada hacia el lado equivocado? ¿Por qué me pasan tantas cosas buenas y las obvio porque pienso que las malas son más trascendentes? Tengo unos padres que me quieren, unos amigos que me quieren o que me guardan cariño, gente que me apoya aún o que me recuerda con cierta ternura. Gente a la que aún le intereso, que aún se pregunta por mi. En fin, que no, que si hace falta me lo diré en voz bien alta y clara: soy importante. Soy MUY IMPORTANTE, y el mundo, aunque parezca mentira, no sería igual sin mi. El mundo no sería igual sin alguien, aunque fuera una pequeña personilla. Aunque fuera sólo un poco, algo cambiaría. Y yo sé que algo cambiaría...

No te lo puedo explicar. Hoy no.
Hoy sólo te sé decir que soy importante. La más importante del mundo, por fin...