sábado, 8 de mayo de 2010

Los besos que me pierdo

Mientras te besaba, no estaba ahí. Estaba pensando en el frío que hacía, en que no debía llegar muy tarde porque los nervios en mi casa estaban a flor de piel; estaba pensando en esto, en aquello, pero no estaba pensando en ti. Mi cabeza estaba ocupada en otras cosas, no disfrutando ese último beso, mientras tú me decías ''no sonrías, que entonces no te puedo besar bien...''. Estaba, pero no estaba. Y, nada más cerrar la puerta de mi portal, mientras tú esperabas de pie al lado de tu coche a que me metiera en casa, me di cuenta. Fui consciente de que no me quería perder ni un sólo beso contigo, ni el de bienvenida ni el de despedida. Quería vivirlos todos con la misma intensidad, con las mismas ganas, centrándome únicamente en ti y en ese beso, en nuestro beso.

viernes, 5 de febrero de 2010

Clásico de los míos

Paseábamos por la calle, tranquilos. Sabía que estaba orgulloso de mí, me mostraba contento ante los árboles, los bancos, las calles, los parques, las personas. Y me cogía de la mano, fuerte, para sentirla y saber que no me iba a soltar. La verdad es que ni siquiera me lo planteé; no quería soltarme en aquellos momentos. Lo que sí que es cierto es que temía que las circunstancias se pusieran en mi contra, y mi corazón cambiara de bando apostando sus ilusiones en un juego que de sobra sabía que no ganaría. No, no está bien jugar con las ilusiones de la gente, y menos con las de las personas que te importan. Pero me miraba tan feliz... siempre he pensado que su sonrisa radiaba entre todas las cosas. Son esas sonrisas que recuerdas por lo sinceras que son; las que dan magia al rostro, con las que también se enarcan los ojos, y ríen. No quería soltarme de su mano, pero el miedo a hacerlo era mayor que todo el deseo que pudiera sentir en ese momento.
Mientras tanto, olvidando el futuro y sus tantos acontecimientos que más tarde nos acorralarían en un callejón oscuro y sin salida, vivíamos el presente. O al menos eso intentaba yo; dejar de lado lo que no existía siquiera, y dar sentido a lo que estaba haciendo. Iba de su mano. Él estaba orgulloso de mí, de llevarme, de presentarme ante el mundo, de decir que yo era la afortunada. Su afortunada. Y me sentía bien, porque nadie antes me había paseado de tal manera. Y con tal sonrisa.

domingo, 31 de enero de 2010

Ene o. No.

Rómpeme la fe, déjame ser yo, no repliques, no me mires de esa manera. No finjas, no lo intentes, no vengas, no quieras tener ganas si no te nace. No llames, no insistas, no hables. No actúes, no lo hagas. No te fuerces, no te reprimas. Huye si es lo que quieres, vete si no quieres quedarte, cuelga si no quieres oírme, déjalo si te cansas. No me quieras, aunque puede que ya lo estés haciendo...

jueves, 28 de enero de 2010

Nuestro reto.

Tal vez, por eso estamos aquí: porque tú tienes curiosidad por conocer a esa persona que escondo y no dejo salir, y porque yo intento descifrar con palos de ciego lo que quieres y lo que no, lo que piensas, lo que sientes. Los dos estamos intentando averiguar algo, ¿te das cuenta? Puede que sea eso lo que, ahora, nos está manteniendo unidos, y lo estaremos tanto tiempo como duren nuestras ganas de querer conocernos. El problema es ese, que puede que tú te canses antes, o que yo lo haga. Y, ¿sabes qué será lo más probable que pase si, al final, tú acabas descubriendo mi otro yo y yo te considero alguien previsible? que nos cansaremos y ya no supondremos un reto para el otro. Ni yo para ti y, quizás, ni tú para mi. O puede que nos enamoremos como dos idiotas cuando veamos que tanto tiempo, que tanta investigación sin ánimo de lucro, ha dado sus frutos: conocernos y querernos así, tal y como somos. Esa, para mi, sería la mejor prueba para justificar que todo este tiempo contigo está valiendo la pena...

miércoles, 27 de enero de 2010

A huecos vacíos

Se sienta frente al ordenador con su tazón de cereales. Los ojos se le entornan y la canción que suena de fondo le invita a querer dormir, en un sueño profundo y duradero. Había sido un día duro, como todos los anteriores, pensó. Últimamente, esos eran los mejores momentos. Cerró los ojos un segundo y respiró hondo. Lo echaba de menos...

viernes, 22 de enero de 2010

Quién sabe...

Se besaban desenfrenadamente, no sabían si había amor de por medio, sólo se apreciaba la pasión con la que lo hacían. Manos que subían y bajaban, cuerpos rozándose, respiraciones agitadas y ganas. Ganas, ganas y más ganas, de todo y de nada, de romperse, de fundirse, de perderse el uno en el otro. Algo, de pronto, les frenó. Él se retiró y la miró, preocupado y aún nervioso.
- No quiero hacerte daño...
- No, no... Bueno, me hace un poco de daño, pero lo aguanto. No es nada...
- No... Yo, yo no quiero hacerte daño...

Entonces, ella se alzó un poco y lo besó dulcemente.
- Si no lo haces tú, lo tendrá que hacer otro.
- Hombre, ya lo sé...- puso cara de saber lo evidente, y volvió a fijar sus ojos en ella, pensativo.
- Y creo que sabes de sobra que prefiero que seas tú quien lo haga.

De repente, sonó la alarma de su reloj.
- Dentro de quince minutos me tendré que ir...
- No importa, con quince minutos nos bastan...

Ella lo cogió y comenzó a besarlo, intentando inducirlo, manipulándole con besos cargados de amor, de deseo.
- No, no, yo no quiero hacerlo y dejarte aquí, sin más.
- Joder, yo no lo interpretaría así...
- No, joder, no... -Se tumbó a su lado, cogiéndola con delicadeza, apoyando la cabeza en su pecho y acariciándole la tripa-. Si lo hacemos, tiene que ser especial; no quiero hacerlo contigo y tener que irme.- Ella lo miraba, silenciosa, expectante-. Si lo hacemos, quiero quedarme agarrado a ti después, desnudos, con la mantita hasta el cuello, abrazados... - vio como ella sonreía y acercaba su cabeza a la suya, agradeciéndoselo con la mirada-. De verdad, eso es lo que quiero...

Ella lo miró. Se sentía bien por lo que acababa de escuchar.
- ¿Qué me quieres decir? ¿Que yo soy especial?
- Eso era obvio... Además, la primera vez juntos, no sé... No puede ser de cualquier manera, ¿no?
- Sí...- Ella lo acariciaba y lo miraba atónita, encantada. Se mezcló con ese deseo desenfrenado una ternura indescriptible, las ganas de abrazarlo y no dejarlo marchar.

- Y... -Ella quiso romper ese silencio- ¿Cuándo te gustaría? ¿Invierno o verano?- rió, porque sabía que era una de sus preguntas absurdas, llenas de pequeños detalles que tampoco tenían demasiada importancia.
- No importa cuando. Lo importante es que sea contigo...

Continuaron abrazados. La pasión iba y venía; de vez en cuando, parecían volver a caer en esa tentación inevitable de la que pocos se salvaban si realmente amaban. Notó algo especial, algo extraño que desde hacía tiempo no sentía. Tal vez les fuera bien, quién sabe...

jueves, 21 de enero de 2010

¿Tiempo?...

Tal vez lo único que necesitabas era eso. Tiempo. Tiempo para pensar, para poner en orden tus prioridades, para saber bien lo que sentías. O puede que ya lo supieras y lo único que querías era esperar, para ver si aquello seguía allí y no era algo transitorio. Es posible que lo único que quisieras era asegurarte de que no nos estábamos lanzando a un vacío desconocido, o de que no nos equivocaríamos de camino si íbamos juntos. Pero yo no entendía ese tiempo, o sí, pero me daba miedo. Porque el tiempo podía enseñarte que yo no era tan importante, que no era más que otra en tu reducida lista, pero otra. Pensé que ese tiempo no nos serviría, que sólo sería una pérdida, una manera de tonta de pasar el rato. Tenía miedo de que sólo fuera eso, un entretenimiento, un presente y no un futuro. Y yo no quería estar contigo hoy y saber que mañana ya no estarías; no estaba dispuesta a pasar por eso... ¿Lo entiendes, verdad?. No sería capaz de ver cómo rehaces tu vida sin contar conmigo. Ya lo sé, ya lo sé... me lo has dicho hasta aburrirte: hoy es lo que importa. Sólo hoy. Mañana ya se verá. Pero quiero decirte que yo sí que sueño con despertarme contigo, y eso de convivir... No lo sé, la verdad, contigo nunca hay certezas. Súmale a ti y a tus mil caras mi pasión por lo misterioso y mi habilidad para complicarme la vida. Quiero estar contigo, porque nunca sé lo que harás, cómo reaccionarás, qué dirás o qué harás, porque me sorprendo cuando veo que no eres cómo pensaba y porque me conmuevo cuando veo que, a veces, sólo eres fachada. Y te hablo y estoy sintiendo esto, no es como cuando escribo cualquier otra cosa: te hablo de verdad. Lo siento, te siento. A pesar de ser tan diferentes, me llenas no sé de qué, ni por qué. Y no te lo niego, me gustaría matarte más de una vez, abominarte, odiarte, echarte de mi vida y cerrar cualquier conducto que pudiera traerte de nuevo a mi. Hacer como si nunca hubieras formado parte de mi vida, como si no te hubiera conocido, como si no existieras. Pero te veo y me cambian las ideas, te abrazo y dejo de pensar. Por uno de nuestros besos, a veces, puedo saber que estamos hechos el uno por el otro. Por cómo me miras, por cómo me tocas, por cómo me evades del resto de mundo. Porque me invitas a perder la cabeza, porque me robas las ganas de todo, menos de ti; porque me gusta tu risa, tus pasos firmes y tu manera de ser libre. Tal vez no entendía ese tiempo que necesitabas porque yo ya sabía lo que sentía...
Te quiero, mira, qué le vamos a hacer...


- Dame un beso.
- ¿Otro más?
- Y los que nos quedan...

martes, 12 de enero de 2010

No lo sabes...

Era tu olor. Paseábamos por la tienda de juguetes, y tu olor era como una especie de ráfaga inesperada que me traía la leve brisa del aire acondicionado del recinto. Ese olor que, sin explicármelo, me hacía sonreír. Y me pregunto por qué coño sonreía, si era un olor, un simple olor. El olor que ahora llevo en mi ropa y que, contrariamente, hace que quiera llorar. Que rompa a llorar como una santa idiota que no sabe qué es lo que quiere; o sí, pero sabe que no puede tenerlo. Ese olor que me gustaría tener en mis sábanas, en mi pelo, en mi camiseta de por vida. Ese puto olor, joder. Tu olor, sólo el tuyo. Es pensarlo y echarlo de menos, echarte de menos. E intento preguntártelo, conseguir una respuesta que me suene sincera, que me convenza de que tú sientes lo mismo, y me siento una loca que sólo recibe sutiles afirmaciones para no quedar descontenta. ''¿Ya sabes lo que sientes?'', ''Aún estoy un poco liado... ¿y tú?'', ''bueno... me confundo; unas veces pienso que sí, otras que no...''. Mentira. Sólo es una manera de no parecer tan estúpida. ''Sí, a mi me pasa lo mismo. Pero bueno, ¿ahora estás a gusto?'' ''Claro, sí, sí que lo estoy...'', ''Entonces, quédate con eso''. Y ahí se acaba todo. Y puede que tengas razón, que lo único que importa es el momento que tenemos ahí, nuestro momento. Pero no puedo dejar de pensar en que, tal vez, llegue un momento en el que ya no haya presente que valga, que tú y yo estemos tan lejos que ni nos reconozcamos. Y, sin embargo, sin quererlo, ya lo sé. Sé que tú no eres para mi, ni que yo soy para ti. Somos demasiado distintos como para estar juntos, te lo dije desde el primer día. Pero puto destino... ¿Entonces por qué nos puso en el mismo lugar y en el mismo momento aquel día? ¿Por qué hizo que nos quedáramos solos en ese coche? ¿Por qué me besaste y después me convenciste de que contigo todo sería diferente? Quizás ni te esforzaste en hacerlo; fui yo la que quiso creerlo y aferrarse a ello. Pero yo lo notaba, yo notaba algo distinto, de verdad. Joder, créeme. Cuando nos mirábamos, cuando me tocabas, cuando me llevabas. ''Me gustaría que salieran las cosas bien entre nosotros, de verdad...''. Parece que te cuesta contestar, haces el silencio demasiado largo. Da la sensación de que no sabes qué decir, o que no quieres decirlo por miedo a hacerme daño. Y yo siento impulsos de gritártelo. Te quiero, te quiero, te quiero joder, te quiero, y no te enteras de una mierda... Pero eso sería caer demasiado bajo, sería poner mi corazón sobre la mesa decorado con una manzanita, pidiendo que se lo comieran o que lo trincharan como a un cerdo. Sé que no las tienes todas contigo, y lo que no entiendo es cómo yo puedo tenerlas todas en mí. No lo entiendo, parezco masoca. Y como una inútil, dejo que me toques, que me beses, que me digas lo mucho que te gusto, que me cojas con delicadeza y me guíes, que me abraces, que me aprietes, que me mires de esa forma...
No sabes nada, no sabes nada de lo que pasa aquí...